martes, 6 de febrero de 2007

Recordando a Javier, por Marta Varela



Ni me acuerdo ya de la fecha exacta en que conocí a Javier Piñar Hafner, pero desde luego en mis recuerdos turfísticos ese momento marcó un claro antes y después. Lamento si me equivoco en el devenir cronológico de los hechos, pero lo importante hoy es contar por qué me importó mi amigo, y por qué aun me importa tanto.

Recuerdo, hace muchos años, que en una reunión de la junta de la A.E.G.R.I. el presidente Rafael Martínez nos habló de él. Fue la primera vez que conocí de la existencia de esta persona tan singular. Rafa nos explico que había un chico en Sevilla, hijo de una familia de pura cepa “turf español”, que padecía una enfermedad degenerativa crónica incurable, de esas minoritarias de las que las grandes compañías farmacéuticas no se acuerdan demasiado a la hora de incluirlas en sus estudios de mercado de cara a la futura investigación.

Pues según Rafael era un chico muy majo, y su deseo era hacerlo socio honorífico de la A.E.G.R.I., por hacerlo un poco más feliz dentro de su propio mundo rodeado de la gente que tanto lo quería. Por supuesto, el sí de la Junta fue unánime. Además, Rafael nos dio su dirección y teléfono, por si queríamos enviarle algo sobre los caballos que eran su vida.

Yo, la verdad, en ese momento no le conocía de nada, le envié si mal no recuerdo algún póster antiguo de temporadas de Lasarte, y algún que otro detallito de caballos que ya ni recuerdo. No se ni por qué lo hice, pero bendito momento que me salió así.

Fue el principio de una gran amistad. Empezamos a escribirnos mensajes, a hacer juntos concursos de pronósticos (poníamos los nombres de nuestros caballos, un año fuimos Garaballa y otro Old Cataract...), me pidió escribir un articulillo mío sobre amazonas en su libro, nos mandábamos regalos por nuestros cumpleaños... (¡¡¡Fue al primer chico al que regalé rosas!!!) Un año me envió una fina gargantilla de oro por mi cumpleaños, (acertadamente aconsejado por su madre me eligió un presente para una chica, no para una caballista) la guardaré toda la vida pues tiene un valor incalculable para mi porque me la regaló Javier. Me da miedo cada vez que la llevo no sea que la rompa o la pierda... me llena de tristeza solo de pensar si ocurriera, al final solo me la pongo en ocasiones muy especiales.

Puedo decir que fue mi fan número uno en mi etapa de amazona, siempre pendiente de los partants a ver si yo montaba, ¡incluso hubo ocasiones en que me avisó antes de que yo lo supiera!, me animaba y deseaba suerte con todas sus fuerza, y desde luego que me la daba. Vaya alegría nos llevamos cuando gané en Sanlúcar con Carlotita, estoy convencida de que fueron sus gritos de ánimo los que hicieron a la pequeña yegua meter su nariz en la foto. Y cómo lo celebramos, ¡Javi me regalo unos nardos que olían tan bien!. Por supuesto la victoria mas emotiva fue la de Old Cataract. No he ganado muchas veces en mi vida, supongo que debería recordarlas todas con la misma añoranza, pero la única que recuerdo como si fuera ayer ocurrió en Sevilla a lomos del caballo de mi amigo y vistiendo sus colores. De hecho, es como en el fútbol, cada uno siente sus colores de corazón. A mi, los colores de Jepe me ponen la carne de gallina, porque son el sueño de un chico hecho realidad, son los únicos colores que me hacen estallar el corazon cada vez que los veo en la pista.

Cada verano, desde Lasarte, yo le enviaba los resultados de las carreras en directo, la conexión Sanse-Sevilla maravillaba a todos sus amigos y le llenaba de orgullo ser el primero en conocerlos y pasarlos a sus padres, amigos etc.; y lo mismo a la inversa sucedía los inviernos, la conexión Pineda-Madrid me resultaba imprescindible en la época en la que aún no existía internet.

En Navidad, todo el mundo a vender papeletas de AEPMIA! Debo ser sincera, de los tacos que me mandaba la madre de Javier yo vendía la tercera parte, el resto se los daba a mi propia madre y se los llevaba a su instituto donde corrían como la pólvora porque eran lotería de Sevilla y no sea que caiga... por una vez, ¡Bendita administración pública!

Recuerdo también la fiesta de presentación de su libro, qué capacidad de convocatoria tenía este muchacho, me maravilló ver lleno el edificio de Cruzcampo en Sevilla, y fue el alma de la fiesta. Hay que ver cuánta gente lo quiso durante su vida.

Y así, poquito a poco, día a día, se forjó una sólida relación que yo, a día de hoy, puedo calificar como totalmente imprescindible en mi vida. Ni que decir tiene que hablar de Javier es hablar de Ly, de Fernando, de sus hermanos, de Perico, de Juan Puerta, de sus tíos, familiares y amigos, me dejo en el tintero muchos nombres y realmente lo siento, pues toda esa gente es tan buena que valen su peso en oro. Realmente los aprecio y admiro de todo corazón, no puedo expresarlo con palabras. El último verano le llevaron a San Sebastián a conocer el hipódromo, que tenía Javi unas ganas locas. Gracias a su amigo Feliz Sanz vivió otro momento de calidad al poder tocar a algunos caballos de Madroños como Jacira. Tengo una foto nuestra en Lasarte, me la mandaron Javi y su familia como para que nunca olvide que también allí estuvimos juntos.

Me parece que se me está perdiendo el hilo de esta redacción, pero seguro que a nadie aburrirá. Ha habido muchos momentos y pasado muchas que no puedo relatar porque no tengo espacio suficiente, pero lo que si quiero decir para terminar es que a mi amigo Javier lo quería pero mucho, mucho, mucho, y saber que el sentimiento era recíproco me llena por completo de alegría. Nunca estaré lo bastante agradecida a la vida por haberme permitido conocer a Javier y su gran familia.

Por desgracia, Javier ya no está con nosotros en persona. Se marchó en plena temporada de carreras, seguro que a lomos de Don Miguel que bajó a buscarlo. Claro, que tuvo que correr mucho para llegar el primero a por Javi, porque no puedo ni imaginar cuántos de los que habitan el cielo de los caballos participaron en esa carrera. Seguro que tuvo que medirse con equinos como Red Rum o Shergar, pero seguro que ganó el caballo de la cuadra La Cartuja. Cuando las cosas pasan en la vida es por algo, y ahora entiendo porque se malogró de aquella manera aquel Dom Miguel al que Javier apreciaba tanto. ¡Anda!, me habia olvidado de Ribeira, ya no tengo tan claro en cual de los dos se marchó montado mi Javier, lo que seguro es que se fué muy feliz.

Querido amigo, no te olvidaré nunca.
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Este Domingo, se disputa el Memorial Javier Piñar Hafner. Será la quinta carrera, la más importante.
Marta Varela es veterinaria, amazona y sobre todo, amiga de Javier.
Foto cedida por www.cuadrajepe.com