domingo, 1 de noviembre de 2009

El valor de un abrazo

Creo que un abrazo entre hombres es uno de los gestos más afectivos que hay. En esos dos o tres segundos que te fundes con la otra persona florecen muchísimas sensaciones. El año pasado mi mejor abrazo fue el de José Luis Borrego el día que nos volvimos a encontrar tras su terrible caída, en el paddock de Lasarte. El sólo pudo decir "gracias" y yo le respondí "gracias a ti por volver a montar", Este último mes lo recordaré por cuatro abrazos muy especiales.

El primero de ellos fue a Tolo Gelabert, que tras las lágrimas, el enfado y la impotencia con el distanciamiento de Neila y de Lucía, tuve que sacarlo de la puerta de los comisarios recordándole que se retiraba en dos semanas. Lopera me cedió el honor de darle el pie en la última vez que se iba a subir a un caballo de carreras. Cuando era pequeño, Tolo me regaló un látigo, porque cuando jugábamos a las carreras, mi hermano (que es rubio) siempre era Claudio montando a Teresa y so siempre era Tolo con la Mendoza. Al bajarse de su última carrera, Tolo me regaló su látigo, que guardo junto con el viejo, como si no hubiesen transcurrido años entre las dos carreras.

El segundo abrazo fue con Pablo Font. He de reconocer que tengo una relación especial con él. Durante su durísima enfermedad crucé numerosos mails con sus hermanos al principio y con él durante su recuperación. Al principio hablábamos de la quimio con un símil del Grand National y la cantidad de obstáculos que hay que superar para llegar a la meta. Posteriomente, le comparaba con "Pata Negra", el caballo de Hermoso de Mendoza que fue empitonado en Las Ventas y que luchaba día a día para volver al ruedo. Cuando, después de leer su mensaje de "el bicho ha desaparecido" le vi en el Hipódromo, nos fundimos en un abrazo donde no hacían faltas palabras.

El tercero fue el sábado en Pineda, donde tras saludar a Juan Benjumea y a Pedro Piñar, busqué con la mirada a Fernando Piñar, el Nani. Cuando me vió me dijo: "Hombre Carlitos!!" y sólo pude contestarle "¿Cómo estás Nani?". En esos momentos se me hizo un nudo en la garganta y decidí que sólo podía abrazarle con mucha fuerza (aunque según Pepe Carmona es más fácil saltarme que abrazarme). Allí abrazado a Fernando, junto al paddock de Pineda recordé por qué merece la pena los madrugones, Aves, autobuses y mañanas sudando como un loco con la pesada cámara a cuestas.

Mi último abrazo lo guardo para Carlos Pellón, que el viernes recibió el estocazo de saber que su ahijada había sufrido un terrible atropello al que no pudo sobrevivir. Una vida de 30 años, de una fisioterapeuta que quedaba sesgada en Ciudad Real. Hoy no ha podido estar al lado de Aupa Atleti, en la Zarzuela y Lopera ha tenido el bonito gesto de lucir un brazalete negro en los colores de La Timba. Hoy me hubiese gustado que ganase Aupa Atleti.